Los extremos le parecían lo mas emocionante.
Intento jugar con el perdón.
A algunos no les perdonaría nada y a otros les perdonaría todo independientemente de la gravedad de la ofensa.
La decisión pasaba por con quien jugaría a todo y con quienes a nada.
Los actos eran lo menos importante en el juego.
Armó una lista con las personas que formaban su entorno.
Las anotó en un cuaderno. Eran como cien almas distintas libradas a su suerte en el juego.
Dudó ante la elección del criterio.
Podía ser que los que le habían herido mucho no serían jamas perdonado.
También estaban los que le habían herido poco pero en muchas oportunidades.
Difícil era decidir un criterio, porque ninguno de la lista estaba libre de culpa y cargo.
Jugar a la justicia puede ser un juego peligroso.
La justicia es ciega.
La justicia es externa y puede ser un buey difícil de llevar si la mano no es segura.
Entonces no sera justicia, será parte de un juego así es mas fácil.
Miró la lista y sacó de su cajón la vara medidora de cariño, los cincuenta mas queridos serían perdonados y el resto no.
Intentó medirlos pero a la regla se le hacia difusa la escala.
Descartó el método del cariño.
Los extremos se ven borroneados ante la escala de grises.
-Nada tiene extremos, todo tiene una escala y poner el límite no es moco de pavo. Pensó.
-Pero en el fondo es un juego. Que error puede haber a la hora de jugar? Se contestó internamente.
Entonces se valió del azar, un dado o una moneda.
Si la moneda sale cara los perdonará siempre y si sale seca nunca jamás en la vida jamás de los jamases por siempre eternamente.
Tomó la lista y empezó a tirar la moneda.
Participante 1 cara, el 2 cara también, lo mismo que el 3, que el 4 y así hasta llegar al 100.
Armó una lista con las personas que formaban su entorno.
Las anotó en un cuaderno. Eran como cien almas distintas libradas a su suerte en el juego.
Dudó ante la elección del criterio.
Podía ser que los que le habían herido mucho no serían jamas perdonado.
También estaban los que le habían herido poco pero en muchas oportunidades.
Difícil era decidir un criterio, porque ninguno de la lista estaba libre de culpa y cargo.
Jugar a la justicia puede ser un juego peligroso.
La justicia es ciega.
La justicia es externa y puede ser un buey difícil de llevar si la mano no es segura.
Entonces no sera justicia, será parte de un juego así es mas fácil.
Miró la lista y sacó de su cajón la vara medidora de cariño, los cincuenta mas queridos serían perdonados y el resto no.
Intentó medirlos pero a la regla se le hacia difusa la escala.
Descartó el método del cariño.
Los extremos se ven borroneados ante la escala de grises.
-Nada tiene extremos, todo tiene una escala y poner el límite no es moco de pavo. Pensó.
-Pero en el fondo es un juego. Que error puede haber a la hora de jugar? Se contestó internamente.
Entonces se valió del azar, un dado o una moneda.
Si la moneda sale cara los perdonará siempre y si sale seca nunca jamás en la vida jamás de los jamases por siempre eternamente.
Tomó la lista y empezó a tirar la moneda.
Participante 1 cara, el 2 cara también, lo mismo que el 3, que el 4 y así hasta llegar al 100.